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El enojo de Dios por el pecado
1En su enojo el Señor
cubrió de sombras a la bella Jerusalén.2:1a En hebreo la hija de Sion; también en 2:8, 10, 18.
La más hermosa de las ciudades de Israel yace en el polvo,
derrumbada desde las alturas del cielo.
En su día de gran enojo
el Señor no mostró misericordia ni siquiera con su templo.2:1b En hebreo con el estrado de sus pies.

2El Señor ha destruido sin misericordia
todas las casas en Israel.2:2a En hebreo Jacob; también en 2:3b. Ver nota en 1:17.
En su enojo derribó
las murallas protectoras de la bella Jerusalén.2:2b En hebreo la hija de Judá; también en 2:5.
Las derrumbó hasta el suelo
y deshonró al reino y a sus gobernantes.

3Toda la fuerza de Israel
desaparece ante su ira feroz.
El Señor ha retirado su protección
durante el ataque del enemigo.
Él consume toda la tierra de Israel
como un fuego ardiente.

4Tensa el arco contra su pueblo
como si él fuera su enemigo.
Utiliza su fuerza contra ellos
para matar a sus mejores jóvenes.
Su furia se derrama como fuego
sobre la bella Jerusalén.2:4 En hebreo sobre la carpa de la hija de Sion.

5Así es, el Señor venció a Israel
como lo hace un enemigo.
Destruyó sus palacios
y demolió sus fortalezas.
Causó dolor y llanto interminable
sobre la bella Jerusalén.

6Derribó su templo
como si fuera apenas una choza en el jardín.
El Señor ha borrado todo recuerdo
de los festivales sagrados y los días de descanso.
Ante su ira feroz,
reyes y sacerdotes caen juntos.

7El Señor rechazó su propio altar;
desprecia su propio santuario.
Entregó los palacios de Jerusalén
a sus enemigos.
Ellos gritan en el templo del Señor
como si fuera un día de celebración.

8El Señor decidió
destruir las murallas de la bella Jerusalén.
Hizo cuidadosos planes para su destrucción,
después los llevó a cabo.
Por eso, los terraplenes y las murallas
cayeron ante él.

9Las puertas de Jerusalén se han hundido en la tierra;
él rompió sus cerrojos y sus barrotes.
Sus reyes y príncipes fueron desterrados a tierras lejanas;
su ley dejó de existir.
Sus profetas no reciben
más visiones de parte del Señor.

10Los líderes de la bella Jerusalén
se sientan en el suelo en silencio;
están vestidos de tela áspera
y se echan polvo sobre la cabeza.
Las jóvenes de Jerusalén
bajan la cabeza avergonzadas.

11Lloré hasta que no tuve más lágrimas;
mi corazón está destrozado.
Mi espíritu se derrama de angustia
al ver la situación desesperada de mi pueblo.
Los niños y los bebés
desfallecen y mueren en las calles.

12Claman a sus madres:
«¡Necesitamos comida y bebida!».
Sus vidas se extinguen en las calles
como la de un guerrero herido en la batalla;
intentan respirar para mantenerse vivos
mientras desfallecen en los brazos de sus madres.

13¿Qué puedo decir de ti?
¿Quién ha visto alguna vez semejante dolor?
Oh hija de Jerusalén,
¿con qué puedo comparar tu angustia?
Oh hija virgen de Sion,
¿cómo puedo consolarte?
Pues tu herida es tan profunda como el mar.
¿Quién puede sanarte?

14Tus profetas han declarado
tantas tonterías; son falsas hasta la médula.
No te salvaron del destierro
exponiendo a la luz tus pecados.
Más bien, te pintaron cuadros engañosos
y te llenaron de falsas esperanzas.

15Todos los que pasan por tu camino te abuchean.
Insultan a la bella Jerusalén2:15 En hebreo la hija de Jerusalén. y se burlan de ella diciendo:
«¿Es esta la ciudad llamada “La más bella del mundo”
y “La alegría de la tierra”?».

16Todos tus enemigos se burlan de ti;
se mofan, gruñen y dicen:
«¡Por fin la hemos destruido!
¡Hace mucho que esperábamos este día,
y por fin llegó!».

17Sin embargo, es el Señor quien hizo exactamente lo que se había propuesto;
cumplió las promesas de calamidad
que hizo hace mucho tiempo.
Destruyó a Jerusalén sin misericordia;
hizo que sus enemigos se regodearan ante ella
y sobre ella les dio poder.

18¡Lloren a viva voz2:18 En hebreo Su corazón lloró. delante del Señor,
oh murallas de la bella Jerusalén!
Que sus lágrimas corran como un río,
de día y de noche.
No se den descanso;
no les den alivio a sus ojos.

19Levántense durante la noche y clamen.
Desahoguen el corazón como agua delante del Señor.
Levanten a él sus manos en oración,
y rueguen por sus hijos
porque en cada calle
desfallecen de hambre.

20«¡Oh Señor, piensa en esto!
¿Debieras tratar a tu propio pueblo de semejante manera?
¿Habrán de comerse las madres a sus propios hijos,
a quienes mecieron en sus rodillas?
¿Habrán de ser asesinados los sacerdotes y los profetas
dentro del templo del Señor?

21»Mira cómo yacen en las calles,
jóvenes y viejos,
niños y niñas,
muertos por la espada del enemigo.
Los mataste en tu enojo;
los masacraste sin misericordia.

22»Convocaste a los terrores para que vinieran de todas partes,
como si los invitaras a un día de fiesta.
En el día del enojo del Señor,
no escapó ni sobrevivió nadie.
El enemigo mató a todos los niños
que llevé en mis brazos y crie».
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